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Tres días, diario de un padre

Es extraño poder comprobar cuanto nos quieren nuestros padres y a veces llegamos a dudar de lo que sienten por nosotros... pero en el fondo nos aman aunque se den cuenta cuando ya es demasiado tarde.



Día 1:
     La verdad es que no sé como contar todo esto. Es difícil relatar como sucedieron los acontecimientos, cuando uno solo es consciente del final.


     Y es que a veces en la vida, no conseguimos darnos cuenta de lo que tenemos, de como tratarlo, de entenderlo,  hasta que es demasiado tarde y lo hemos perdido, aunque eso no signifique que no amemos de verdad. Porque mi niña, yo te amo, desde antes de que vinieras al mundo.
    No aseguro poder acabar esto, es duro, muy duro, volver a recordarlo todo, verlo todo tan cerca y no poder retroceder en el tiempo para cambiar los hechos… y volver a tenerla a mi lado. Cuanto la extraño… aún me cuesta creerlo… parece que estoy como en un sueño, una terrible pesadilla que pasará en poco tiempo… pero sé que no es así… que la he perdido para siempre.
     Me llamo Pedro, y hace dos días que hallé a mi hija desangrándose en el baño. No puedo describir que sentí, es indescriptible ese sentimiento de impotencia cuando la ves allí tirada, con las muñecas llenas de sangre, casi ni pulso. El mundo se detiene en el instante en que piensas que la has perdido. Que no volverás a verla reír, a escucharla hablar, no atinas a nada. Yo me quedé inmóvil, mi espalda pegada a la pared, me sentía ajeno a todo lo que estaba viviendo, ausente quizás, solo tenía ojos para ella. Mi niña, mi dulce niña… se me iba…
     Mi esposa me trajo en sí, le pusimos toallas anudadas a los brazos para intentar cortar el flujo de sangre, la abracé, sabía que la perdía, apenas sentía su corazón latir. La recosté en mis brazos, apretando su cabeza a mi pecho, la alentaba con miles de palabras y frases que sabía que no oía… No podía aguantar las lágrimas, mi corazón latía rápido, parecía que quisiera latir por los dos, darle vida al suyo que se estaba apagando en mis brazos… y yo… no podía hacer nada… joder… nada por evitarlo.
     Y no pude, no pude retenerla conmigo… su corazón dejó de luchar y se rindió,…
     Desde aquel momento, en que mi hija murió en mis brazos me juré a mi mismo, que encontraría los motivos por los cuales mi hija había atentado contra su vida,...
      Sé, que en parte soy responsable de ello, y me arrepiento en el alma de no haberle dicho nunca cuanto la amaba, no haber estado en esos momentos en los que me haya podido necesitar… la verdad es que, a veces perdemos la noción del tiempo y tal vez mi error haya sido creer que no me necesitaba… cuando la verdad es que un hijo siempre necesita que sus padres estén a su lado, que le digan cuanto los ama, cuanto confía en ellos, que siempre estaremos aquí para cuando nos necesiten… pero sobre todo no llegar demasiado tarde.
     Cada vez que cierro los ojos, no puedo borrar de mi mente su rostro, manchado de sangre y mis lágrimas.
     Anoche, después de enterrar a mi hija, algo para lo que ningún padre está preparado, fui a su cuarto, necesitaba sentir que aún estaba conmigo, mi corazón se partió en dos cuando miró a todos lados y no la reconoció sentada en su escritorio, como siempre. Miré a su cama, y aún estaba destapada, me senté, sin fuerzas, agarré su almohada y no pude evitar que saliera de mi tanta rabia, sentía rabia conmigo mismo por no haber estado a su lado, por no haberlo evitado. Joder, unos minutos antes, solo… unos minutos antes, y ella aún seguiría con vida.
     Me acerqué a su escritorio, recogí un par de libretas que andaban tiradas por el suelo, y de ellas, cayeron sin más, dos hojas, dos simples hojas de papel. Debo confesar, que después de 18 años siendo padre, esas dos hojas me mostraron de mi hija, más de lo que yo había sido capaz de ver… en toda esta puta vida.
la doble moral, negar sus propias culpas, el egoísmo...
Es fácil decir al mundo lo que debe hacer, decir qué está bien y qué está mal.
Después de todo, nosotros siempre lo sabemos mejor.
Lo difícil, es estar ahí. Aceptar las decisiones aunque no sea de nuestro agrado.
Dar tiempo para que la gente pueda pensar.
Mostrar afecto, dulzura y delicadeza.
Y me dí cuenta que no tengo nadie así en mi alrededor. 
En realidad es todo mentira.
Siento que mi fin está cerca. Siento que dentro de poco voy a desaparecer.
Me duele saber, que estaré totalmente sola. Nadie llorará por mi.
Nadie sentirá que ha perdido una parte importante de su vida.
Me siento destrozada. Los últimos días de mi vida, las imaginaba tan diferente...
Imaginaba a mis seres queridos cuidando de mí. Rezando para que todo fuera mejor...
Pero aquí estoy, sola y olvidada...”


“La muerte atravesó mi cuerpo.
Se llevó mi aliento , todo se volvió confuso
No tenía fuerzas para correr, ni siquiera podía gritar ayuda
Sólo mis pensamientos,
herían mi alma como espadas frías cubiertas de sangre
El ambiente se volvió denso, espeso.
Mi cuerpo no podía dejar de temblar.
Pensé que era el fin.
Pensé que todo había terminado para mí.
Pasaron segundos, minutos y tal vez hasta una hora,
y luego todo desapareció.
Aún temblaba pero ya respiraba con normalidad.
Miré a mi alrededor, solo ví un gran vacío.
Mi acerqué al ordenador, tenía conversaciones abiertas.
Miro. A nadie le preocupó mi silencio.
Eso me hace pensar, que al fin y al cabo,
no soy tan necesario para este mundo.
Podría haber muerto, y todo habría seguido su curso.
Pero ahora sé, mejor que nunca,
que si no me ocupo de mí , nadie lo hará.
El mundo es cruel y egoísta,
y ¿quién sabe? tal vez hasta yo lo sea.
De todas formas, esto no me impide odiarlo.”


Día 2:
     Esas “cartas” que encontré de mi hija, me han abierto los ojos a una realidad que desconocía. Estuve tantos años creyendo que sabía todo de ella, creyéndola feliz, con los típicos problemas de los adolescentes, pero feliz al fin y al cabo… y descubrir… ahora, que tan equivocado estaba…
     Siento, que he perdido mucho tiempo de estar con ella. Que la regañaba demasiado, que no me paré nunca a oírla, no sé que le pasaba, que pensaba, que tal le iba en clases, con sus amigas, ni siquiera sé si mi hija tenía novio, o había tenido, si había sufrido por amor,… es duro darte cuenta ahora,  que he desperdiciado parte de mi vida, parte del tiempo que pasaba con ella, intentando mostrarle mi realidad, intentando que ella no siguiera mis pasos, regañándola con cada cosa que hacía mal, cuando en realidad tendría que haberla dejado ser.
     Soy consiente, de que un padre, no puede ser un amigo, nunca, en la vida, porque el simple hecho de ser padres te hace querer a tu hijo más de lo que cualquier amigo puede quererlo. Yo amaba a mi hija, la amo, y cada recuerdo vivido con ella, sus primeros pasos, sus primeras palabras, … son momentos que harán que mi hija siga viva dentro de mí. Nunca podré olvidarla, olvidar este sentimiento de culpa, por no haber hecho las cosas bien, por no haber sido un buen padre, por no haber estado ahí cuando ella me necesitó… y es que, mis recuerdos, los recuerdos que tengo de mi hija, se reducen con el paso de los años… no hablo de fotos, de videos… hablo de palabras. Con cada año que mi hija cumplía se alejaba más de mí, se alejaba más de nosotros, y no hacíamos nada, nada, para evitar que terminara por marcharse…
     Espero que nadie piense con estas palabras que yo descuidaba a mi hija, nada más lejos de la realidad, lo que no niego que se disipó, fue mi relación con ella. Yo amo a mi hija, y la cuidaba como tal e intentaba enseñarle valores para que en el momento en que yo faltara ella supiera valerse por sí misma… lo hice mal… ni tan siquiera yo sabía como cuidarla…
     Entre sus cosas encontré un libro, lleno de poemas y reflexiones de la vida diaria de mi  hija… cada palabra me enseñaba una parte de su vida que… no es que desconociera,… es que… ahora sabía que había sentido ella, y me odio por no haberla apoyado. Quise enseñarle a ser autosuficiente y terminé haciéndola sentir sola…
     Mi hija sufrió acoso escolar, para mí y mi esposa era una simple riña entre compañeras, ni tan siquiera le dimos importancia… esta parte es muy dura para mi… porque nunca la apoyé, esas hijas de puta… le hicieron la vida imposible a mi niña. No llegué a saber nunca, ni la mitad de todo… la humillaban en clase, se burlaban de ella, le hacían escritos en la pizarra, en la mesa, llegaron a robarle, incluso a levantar falsos rumores,… pero ¿Cómo coño alguien puede disfrutar jugando con alguien así? ¿y cómo diablos puede vivir unos padres en tal desconocimiento? Estaba ciego… no quería ver nada… lo siento terriblemente en el alma, me duele el corazón al darme cuenta de ello… mi esposa y yo no fuimos a las reuniones del colegio, no denunciamos a esas niñas… ni tan siquiera la queríamos cambiar de colegio por ahorrarnos cuatro duros que costaba el autobús… soy yo quien debería estar muerto, no ella… no mi niña…

Día 3:
     Ayer descubrí que mi hija había tenido novia, si señor, novia, mi hija era lesbiana… algo tan… significativo y no lo sabía ¿Cómo no me di cuenta antes? No lo sé, supongo que los padres siempre obviamos lo más importante. Ahora me doy cuenta de todo lo que ha podido sufrir mi niña, de todos los comentarios homófobos que he hecho… por qué sí lo admito, nunca acepté la homosexualidad, no es algo normal, y pues me encantaría haber descubierto otra cosa de mi hija antes de saber esta, pero es lo que era, aunque sinceramente, me daría igual si estuviera con mil mujeres, con tal de tenerla conmigo de nuevo. 
     Hace mucho, pero que mucho tiempo, que mi hija sabia lo que era, he encontrado escritos en los que tiene dudas, en los que se rechaza a si misma, y en los que sufre por estar enamorada de una chica… y desde el punto de vista de un padre, debo admitir, que el sufrimiento de sus palabras, me han hecho llorar. No es nada falso, no es nada morboso, ni sexual, es real y puro, y le dolió, y no estuve allí. Aunque realmente, no creo que hubiese reaccionado bien, tal vez la hubiese echado de casa, la hubiese prohibido verla, hablar con  ella, le hubiese quitado el móvil, el internet, y si hubiese podido la hubiese metido en un convento con monjas de clausura,… pero ahora, me doy cuenta, de que todo eso la hubiese alejado tanto de mi, casi tan lejos de como está ahora. Entiendo perfectamente que no me lo dijera.
      La vida, y sobre todo la muerte, nos llega a enseñar cosas que nunca llegaríamos a entender si no fuera por ello. Supongo que por muy buen padre que sea, por muy sobreprotector, por mucho que quiera cuidarla, tenemos que admitir que no siempre estaremos a su lado, que no irá por el camino que nosotros escojamos para ellos, que no podemos controlarlos, ni ordenarles, que no son alumnos a los que les tengamos que enseñar, ya que la vida por sí sola les enseña. Ahí nos equivocamos los padres, nosotros no existimos para mostrarles cual es el camino adecuado para ellos, sino tenemos que estar ahí cuando se equivoquen de camino, da igual cuantas veces tropiecen con la misma piedra, siempre que nos tengan a nosotros para ayudar a levantarles.
     Mi hija, me ha enseñado, a su corta edad, que nada es lo que parece, que la felicidad no depende de cuanta comida tengas en el plato, de cuan bien te vallan los estudios, de cuanto te admiren en el trabajo, en casa, o cuanto dinero tengas en los bolsillos. Me he centrado tanto en darle lo material, que me olvidé de demostrarle que lo más importante era y es todo lo que siento por ella, y paradójicamente, ha sido ella la que me ha abierto los ojos.


      Ya no puedo hacer nada, no puedo protegerla de todo el daño que le hicieron, no puedo confiar en ella, cuando antes creí que me mentía, no puedo abrazarla y decirle que querré a su pareja como otra hija y que la mataré si la hace sufrir, T pero donde quieras que estés hija mía, espero que leas todo esto y que me perdones, porque no supe demostrar en vida y ahora solo puedo echarte de menos. Gracias por enseñarme y abrirme los ojos. Espero que a pesar de todo, algún día, cuando volvamos a vernos, pueda abrazarte y decirte que te amo.

Sadcuore

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